Es extraño como a veces, cuando te topas con algún amigo tuyo de la infancia, secundaria, prepa, cuadra o lo que sea, te dan una tremendas ganas de sacarle la vuelta, sabes lo que va a pasar, sabes que tú ya no tienes nada que ver con él y que lo que juntos vivieron antes pues ya ahora no es más que un simple recuerdito de una buena época.
Por lo tanto se topan, se ven, se abrazan, un golpe en el hombro o espalda, el clásico ¿…y cómo te ha ido?, le contestas -bien, bien, ¿y a ti?….- Y ahí termina todo, un silencio muy incómodo que entre más largo peor se vuelve la situación para poderte despedir. Yo por eso muchas veces si ya es muy difícil sacarles la vuelta, pues trato de cortar rápido la plática antes de que lleguen los asuntos emocionales y del recuerdo.
Pero ayer no fue así, ayer fue un día extraño donde uno de mis mejores amigos se fue a vivir a Nogales, Sonora y es muy probable que ya no lo vuelva a ver en un buen de tiempo. Y además me volvía encontrar con una amiga con la que hace tiempo no platicaba, y nos pusimos a platicar y recordar cosas de cuando solíamos salir. Nunca nos aburrimos de recordar y siempre teníamos algo que decir. Nunca se creo ese incómodo silencio. Es más pareciera que estábamos como en aquellos tiempos, felices y sonrientes, carcajeándonos de las anécdotas vividas.
Las amistades son algo raro, algunas realmente pierden con el paso del tiempo y se vuelven viejas y obsoletas, mientras que otras se quedan vigentes, se siguen sintiendo frescas y causan risa. Tal vez así me pase con Fer, aún y con la distancia y el poco tiempo que lo llegue a ver ahora, sigamos siendo amigos, casi hermanos. Tal vez no sea así. Todo puede pasar.
la marcha de las anorexicas 